When you feel alive

Thursday, October 19, 2006

Inocencia robada: un círculo vicioso

Cuántas veces hemos escuchado que la solución para los niños y niñas abandonados son los famosos hogares. Pero la verdad es que no es la salida, es sólo el mal menor. Abandono, desesperanza, embarazos, drogas y depresión son parte del mundo de un niño que ha debido crecer solo, formando su identidad a duras penas. Es el caso de Marion, una niña que ha tenido que verse, cara a cara, con la cruda realidad.
Marion a la edad de doce años. Imagen del 2003.
A Marion la conocí por esas casualidades de la vida. En mis años de escolar, solía visitar un hogar de niñas en riesgo social. Con un grupo de amigos, cada jueves, llegábamos con actividades preparadas especialmente para ellas. Entre las niñas se encontraba Marion, en ese tiempo tenia 12 años, de los cuales ocho, los había pasado en orfanatos.
Al igual que su hermana mayor, Marion, había vivido más de la mitad de su vida en hogares. Todo comenzó cuando a los cuatro años, su madre, mujer de esfuerzo, se vio en la obligación de dejarla en el hogar “Santa Teresita”; al cumplir los diez años fue trasladada al hogar “Santa Cecilia”, donde la conocí y durante dos años la vi crecer.
Con el correr del tiempo, cada persona del grupo se hizo cargo de una niña, por supuesto, yo “apadriné” a Marion, ya que era con la que tenía más confianza. La que se vio demostrada, por parte de ella, cuando me contó su dramática historia familiar. Yo, aun una niña de 16 años, criada en una burbuja, me costó asimilar la gran experiencia que ella tenía; esa pequeña de 12, no le interesaba jugar, en esos momentos, ya sabía lo que era haber sido violada, reiteradamente, por su propio padre.
La realidad que vivía en esos momentos Marion, es la que le toca vivir a muchos menores de edad, que ven truncada su infancia, debido al maltrato infantil. Por su forma de hablar, de pensar, de opinar, me di cuenta que esta chica había sufrido más de lo que yo podía imaginar. Cuando Marion tenía cuatro años, su hermana mayor, Cindy -que en ese entonces tenía seis años- había decido contarle a su madre, que el papá “le hacía cositas cuando la iba a buscar al colegio”.
Desde ese momento, Marion nunca volvería a tener una vida normal, ni mucho menos, podría vivir en familia. El caso de abuso sexual pasó a la fiscalía y se comprobó la violación a Cindy, el padre huyó y no lo volvieron a ver, pero éste no se fue sin antes jurar que volvería por venganza. La madre de las niñas optó por el mal menor, había escuchado que cierto colegio de cuicos tenía hogares donde podía dejar a sus hijas.
El Patronato de los Sagrados Corazones, es un conjunto de hogares de niños, el que se mantiene con los aportes de apoderados y de las colectas en misas. Consta de cinco hogares, divididos por edades, de cero a tres años: el hogar “Noche de Paz”; para niñas de cuatro a diez años: el hogar “Santa Teresita”, para niños “San Francisco de Asís”; de once a dieciséis años, y solamente para niñas, está el hogar “Santa Cecilia”; y para adolescentes embarazadas se encuentra el hogar “Santa Clara”.
Podríamos resumir y decir que Marion ha pasado, a la fecha, por los cinco hogares, pero esto sería adelantar la historia y terminarla sin contar los detalles. En la actualidad, año 2006, luego de dos años sin ver a Marion, por falta de tiempo y dedicación, decidí que era el momento de cerrar un capítulo que había quedado abierto.
Fui al hogar “Santa Cecilia”, para ver si aun seguía allí, pregunté por ella y me dijeron que ya no vivía ahí, pero que la podía encontrar en el hogar “Santa Clara”. Una oleada de pensamientos cruzaron mi cabeza, uno de ellos: NO PUEDE SER, QUEDÓ EMBARAZADA. Creí que ella podría salir adelante, que no sería como su hermana Cindy, la que se había escapado al norte con un pololo 15 años mayor. Pensé que ella iba a terminar con el círculo vicioso en el que se había metido.
Ya en el hogar “Santa Clara”, pregunté por ella, y la llamaron. Por la puerta se asoma una adolescente con cara de cansancio, la misma tez morena y ojos verdes que años antes me habían hablado con tristeza, hoy me sonreían y me decían: “Tía Feña, por fin me viene a ver”. Me hizo entrar, le conté que estaba estudiando periodismo, se alegró y me dijo: “Tía Feña, entonces, la voy a ver en la tele. Capaz que termine siendo como la Jennifer Warner”, sonreí y le contesté: “Capaz que me veas en el SQP”, reímos juntas como antaño.
Sus grandes y brillantes ojos, con los que me miraba años antes, se habían opacado, lamentablemente por el peso de la experiencia. Le pregunté directamente:
¿Qué te pasó? ¿Por qué estás aquí?
- Pucha tía Feña, después de que se fue del cole y no vino más, me pasaron caleta de cosas heavys. Cache que la Cindy se escapó del hogar y se fue con un pololo más viejo, y me aburrí, porque las viejas del hogar se pusieron aguja conmigo. Pensaron que yo también me iba a irme del hogar, así que se pusieron brígidas conmigo, porque ahí yo estaba pololeando con un cabro del cole, pero de cuarto, y las viejas no me dejaban verlo. Entonces me fui un tiempo del hogar, pero volví, porque el otro weón me dejó botá y me cambió por una vieja. Pero ahí quedó la caga, porque había llegado con guata al hogar. Así que las tías del hogar me dijeron que me tenía que venir al “Santa Clara” y aquí estoy po’.
¿Tuviste una guagua y cómo lo hiciste en el colegio?
- Sipo’ tía, tuve al Jean Franco, mas rica mi guagua, tía tiene que conocerlo, pero las viejas de este hogar no dejan ver a las guaguas a esta hora, son mas cuáticas, va a tener que venir otro día. Ah lo del cole, me salí po’, no termine primero medio po’.
¿Y ahora como lo haces?
- Napo’, ahora toy trabajando de nana en la casa de uno viejos allá en Barón. Y las tías de acá me cuidan al Jean, aunque cache que se lo quieren llevar al Noche de Paz, pa’ que yo me vaya de aquí. Si quieren que puro me vaya, usted cacha que este hogar es pa’ las embarazadas no más po, y con cuea dejan estar el año de la guagua. Ahora el Jean Franco ya tiene el año po’, entonces me tengo que puro virar de acá, así que toy buscando en algún lugar algo que salga.
¿Oye y del papá de la guagua no supiste nada más?
- ¡Shaaaa tía! (se ríe) usted cree que ese weón quiere saber algo del Jean Franco… no ta’ ni ahí, si ya le dije po’, se fue con una vieja que le da plata po’, si el weón ni es tan weón. No, y cache que dejó preñá a otra loca, de allá del Mariposa, y yo la cacho po, si es terrible de camboyano el weón. Así que filo no más, yo puedo solita con todo.
Ah, si demás que si. ¿Dime Marion volviste a saber de tu papá o de tu mamá? ¿Tu mamá sabe que tuviste a Jean Franco?
- Shh… cache tía que supe que mi viejo está en cana porque se pitió a un loco allá en Quillota, así que allá ta po el viejo, se lo merece por penca, no lo vi nunca más, aunque a mi vieja la anduvo joteando y amenazando un tiempo, ¿Se acuerda que le conté que quería puro pegarnos a la Cindy y a mi?, pero como que no supo que estábamos en el “Santa Cecilia”. Ah y de mi vieja, pucha la vieja weona salió mas corría que la mierda, le conté que quedé preñá, pero se enojó caleta, y no me habló más, además ahora está viviendo con un loco más mala onda, le pega el loco, pero ella no hace na’, a mi me da lo mismo, porque ni me quiso ayudar cuando tuve al Jean.
Pucha Marion, que complicada tu situación. ¿Y tienes pensado hacer algo, vas seguir de nana, tienes pololo, alguien que te apoye?
- Ando con un loquito de Barón, pero no se, igual es cuático, porque no creo que le tinque que me vaya a vivir con él y con el Jean Franco, aunque se que quiere estar conmigo. Lo que cacho es que voy a tener que dejar al Jean Franco en el “Noche de Paz” y que de ahí se vaya al “San Francisco”, ahí demás que las tías me lo cuidan bien, así que me voy con el Jaime pa’ Barón y al Jean lo cuidan en el hogar. Si tía no me mire así, se que es cuático dejar al Jean Franco solo, pero que le voy a hacerle po’ tía, si de aquí quieren echarme porque necesitan la cama pa’ otras locas embarazadas. Así es la cosa no mas po’.
Fue una experiencia fuerte volver a hablar con ella. Reencontrarme con la niña que había quedado en mi mente la última vez que la vi. Sus trenzas a lo Carmela, su lunar y sus ojos saltones… De haber sabido que la poca inocencia que le quedaba se la quitarían en algún momento, habría tratado de hacer algo. Sin embargo, se que va mucho más allá de lo que uno puede hacer. Es una realidad que se repite una y otra vez en los hogares de niños en riesgo social, un círculo vicioso que está arraigado en la sociedad chilena, tal como la pobreza o la violencia.
Le dije adiós, le pedí disculpa por haberla dejado de lado tanto tiempo, le prometí volver para ver a Jean Franco, la abrace y le di un beso en la frente; ella sonrió y por un instante logré ver a la Marion, la que me recibía, años antes, de uniforme, todos los jueves a las cuatro de la tarde. Ese mismo instante, volví a ser escolar.